martes, 7 de octubre de 2008

Género y desarrollo profesional *


Bajo el título, Género y desarrollo profesional: identificación y valoración de los elementos implicados en la evolución de la carrera profesional de la población joven y adulta desde la perspectiva de género, un equipo de investigación de la Facultad de Educación de la UNED, ha desarrollado durante tres años este proyecto, finalizado en 2007 y financiado por el Instituto de la Mujer, bajo la coordinación de la profesora Marifé Sánchez.

El objetivo de la investigación ha sido identificar un mapa de relaciones entre el papel de los estereotipos de género y las siguientes dimensiones del desarrollo de la carrera: las variables de identificación (edad, nivel educativo-cualificación, nivel socio-económico, influencia familiar); las representaciones, valores y expectativas sobre el trabajo; las condiciones de riesgo de exclusión frente al empleo; la trayectoria y actual situación profesionales; las competencias y habilidades que permiten el desarrollo de la carrera.

Algunas de las conclusiones más relevantes a destacar son:

Con respecto a los valores y estereotipos de género, en general, su presencia en las personas es más baja cuanto mayor es la edad y más elevado es el nivel educativo, y es más alta cuanto menor es la edad e inferior el nivel educativo. Se aprecian percepciones globalmente más estereotipadas (de las profesiones, los rasgos personales y los roles de trabajo en el ámbito familiar) entre la muestra de estudiantes frente a la de trabajadores/as, lo que nos induce a pensar que la experiencia y la edad contribuyen a “corregir” estas percepciones.

Los varones, tanto estudiantes como trabajadores, comparten la presencia de estereotipos de género de forma significativamente más marcada que las mujeres, mientras que éstas mantienen posiciones más neutras e igualitarias. Estos estereotipos, vinculados a una creencia interiorizada de superioridad masculina constituyen, entre los más jóvenes, una realidad peligrosa que puede estar en la base de comportamientos y actitudes que se prolonguen en la edad adulta. Comportamientos que, como es sabido, pueden ir desde actitudes más o menos discriminatorias en la vida cotidiana familiar, profesionales, etc., hasta reacciones violentas contra las mujeres. Por tanto, es un dato relevante a tener en cuenta en los planteamientos educativos de prevención de la violencia de género.

A pesar de que son ellas las que mantienen posturas más “avanzadas” en este sentido, son también ellas las que sufren mayor discriminación laboral. Esto apuntaría a la hipótesis de que las razones no estarían tanto en su “auto-exclusión” como en razones “externas”, y quizá la opción por profesiones y puestos considerados “femeninos” sea más una respuesta adaptativa que una opción libremente elegida.

El estudio de los valores del trabajo, nos permite concluir que los valores instrumentales están muy patentes en las valoraciones de trabajadores/as y estudiantes: la estabilidad, la seguridad y cuantía económica, y el que permita mantener una vivienda. Pero se aprecia una diferencia de género, al conceder ellas más importancia, en general a todos los valores del trabajo, y particularmente, al desarrollo personal en el trabajo, y en lo que contribuye a establecer relaciones personales. Esto evidencia que ellas dan más importancia al trabajo, ─ lo que se corrobora en las entrevistas y también desde la percepción de los orientadores (grupo de discusión) ─, quizá porque son conscientes en mayor medida de los obstáculos que para ellas representa el acceso a éste y su mantenimiento. Se diría que le dan un alto valor al trabajo, pero desde unas motivaciones diferentes y diversificadas; manteniendo ellos, unas prioridades más delimitadas y orientadas a lo instrumental. Es interesante observar cómo las apreciaciones de los orientadores (grupo de discusión), están muy cercanas a los resultados obtenidos, y la relación directa que señalan con las elecciones académicas de chicos y chicas.

La carrera profesional de hombres y mujeres está diferenciada no sólo en las edades intermedias que coinciden con períodos de maternidad de la mujer, sino que ya, desde etapas muy anteriores (en la etapa de estudiantes) se aprecian diferencias en las expectativas, metas, motivaciones, que son evidentes factores influyentes en los procesos de decisión. Ciertamente, la mayor parte de los estudiantes (chicos y chicas) tiene claro lo que va a hacer cuando termine sus actuales estudios, pero ellas pretenden en mayor medida que ellos hacer oposiciones o comenzar otros estudios simultaneando con el trabajo; mientras que ellos se plantean en mayor medida que ellas trabajar en cualquier empleo. En la etapa adulta, son muy marcadas las diferencias en las metas que se proponen mujeres y hombres, pues mientras ellos se plantean sobre todo promocionarse, progresar en su carrera e incluso preparar su jubilación, ellas buscan sobre todo mantener lo que han conseguido profesionalmente, mejorar su empleo y ampliar su formación como vehículo para ello. Es decir, que ellas se encuentran en un nivel anterior de “mantenimiento”, de no perder lo que ya han conseguido.

Los varones muestran en sus expectativas una mayor tendencia al trabajo por cuenta propia, y a emplearse en puestos relacionados con el perfil académico (algo que perciben como una dificultad para ellos). Y sus ideales profesionales se sitúan en sectores profesionales tradicionalmente masculinizados. Mientras que las mujeres hacen un mayor análisis sobre su propia carrera, mostrando mayor conciencia sobre aspectos que la condicionan (de hecho tienen menores expectativas de lograr sus objetivos a la vuelta de diez años), a la vez que muestran más deseos profesionales que ellos. El marco de sus expectativas también se sitúan en sectores profesionales tradicionalmente feminizados (área social, educativa, sanitaria, servicios). En definitiva, las opciones que ambos plantean siguen reflejando una marcada división por sexos en la profesión.

Se verifican diferencias en las trayectorias de hombres y mujeres, en aspectos como el momento de la primera inserción, el número de años laborales, el número de períodos de desempleo, en algunas reacciones psicológicas ante el paro, así como en lo que se refiere a algunas atribuciones causales de su desempleo o de sus situaciones laborales insatisfactorias. Así, las trayectorias femeninas son más tardías y, globalmente, de duración algo menor que las de los varones. Ellas han afrontado situaciones de paro con mayor frecuencia que los hombres y tienen mayor tendencia tener reacciones psicológicas de incertidumbre y emociones negativas, siendo sus atribuciones causales de carácter más intrínseco, siendo más conscientes de sus limitaciones. El árbol de decisión (prueba answer tree), informa a su vez de la relación entre la trayectoria laboral y algunos estereotipos de género, los valores del trabajo y el nivel educativo, como variables que permiten discriminar grupos o perfiles. En el caso de los estudiantes, la trayectoria laboral está relacionada con el nivel educativo y uno de los valores del trabajo (el ascenso y la promoción en el trabajo).

Mujeres y hombres hacen distintas valoraciones de su formación inicial y continua, así como de la importancia otorgada a las diversas condiciones o características de los puestos de trabajo. Su valoración del propio desarrollo profesional es también diferente: para los mismos tramos de edad, es más alta la proporción de hombres que afirman encontrarse en una etapa consolidada, ascendente o positiva, frente al grupo de mujeres, que consideran encontrarse más frecuentemente en una etapa inicial de su desarrollo profesional, con una carrera profesional estancada o con una progresión negativa. Otro aspecto diferencial es que las mujeres vinculan con mayor frecuencia el ámbito profesional con aspectos personales (maternidad, cuidado de la familia o influencia de la pareja).

A la vista de este conjunto de resultados, parece conveniente insistir en la importancia del conocimiento del mundo laboral entre los/as estudiantes y trabajadores/as, no sólo a través del acceso a la información, sino mediante actividades más dinámicas, activas y explícitas que eviten el desarrollo de representaciones sesgadas e incompletas sobre las profesiones. En este sentido, los resultados del grupo de discusión de orientadores ponen de relieve la necesidad de que estos profesionales sean adecuadamente formados para un mayor conocimiento y manejo de los aspectos axiológicos, que tanto tienen que ver con la elección vocacional y con la motivación académica de los/as estudiantes.

Finalmente, se aprecia la fuerte necesidad de promover actuaciones en las aulas, y en los diversos contextos de la orientación profesional, que permita a las personas ser conscientes de los obstáculos y condicionantes de sus propias decisiones, ayudándoles a identificar sus propios estereotipos y prejuicios, a conocer mejor su potencial profesional (autoconocimiento), superando inseguridades y situaciones de baja autoeficacia, en definitiva, a reflexionar sobre sus verdaderas posibilidades, sin limitaciones previas derivadas de los estereotipos de género.


María Fe Sánchez García

Directora del COIE. Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)
*Artículo completo en:
Boletín nº 6 de Conéctate a la formación.
http://www.ccoonectate.es/ccoonectate/home/docs/boletin6.pdf

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