martes, 20 de enero de 2009

Breve panorama de la Formación Profesional en España

La formación profesional, concepto.

En la sociedad que hoy vivimos, la sociedad del siglo XXI, saber más cosas y saber hacerlas mejor se ha convertido en una necesidad constante, dados los constantes cambios a los que se ve sometido el sistema productivo, y con él, el mundo laboral. Para poder adaptarnos a ellos, es necesario que estemos cada vez más y mejor preparados, es necesario formarnos, para poder afrontarlos.
El término formación, hace referencia en primera instancia, a una preparación más o menos instrumental, encaminada a la resolución de problemas a corto plazo, que conllevaría la adquisición de los conocimientos necesarios para ello. Pero entendida así la formación resultaría un concepto muy poco enriquecedor, que no sería diferente al tradicional concepto de instrucción.
Podemos añadirle la adquisición, desde el punto de vista técnico, de las destrezas que acompañan a esos saberes, incidiendo así en el carácter eminentemente práctico que caracteriza a la formación profesional, es decir el entrenamiento en las habilidades necesarias para el desempeño de un puesto de trabajo. Aun así la unión de estas características tampoco define la formación en si.
Es necesario que hagamos además referencia a las actitudes, aquellas que casi siempre se quedan en el tintero al hablar de formación para poder definirla y sobre todo para comprender la verdadera riqueza de la formación profesional. La formación profesional es por tanto, aquella que va a dotar al trabajador y trabajadora de los conocimientos destrezas y actitudes necesarias y suficientes que lo cualifiquen para el desempeño de una ocupación, posibilitando así su inserción, reinserción a mantenimiento en el mundo laboral y productivo.
Estos conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para el desarrollo del trabajador, como tal y como persona, pueden adquirirse, a lo largo de la vida, de diferentes maneras, ya sean estas formales o no.

La Formación Profesional en España.

En nuestro país existen en la actualidad dos grandes vías para adquirir las cualificaciones que cualquier trabajador, necesita adquirir para el desempeño de una profesión, este o no ocupado.
Por un lado, podemos adquirir esta cualificación en un centro de formación, de cualquier tipo, con lo que estaríamos insertos en la educación formal; por otro lado podemos aprender a través de las experiencias que nos brinda el desarrollo de las diferentes ocupaciones o la propia vida. La primera de estas modalidades, complementaría de la segunda y viceversa, es la que vamos a entender como formación profesional en sentido estricto.
El sistema de formación profesional en España, puede dividirse en tres subsistemas de formación, a saber:

Formación profesional reglada:
La formación profesional reglada, es la que tradicionalmente se ha conocido como FP, y su finalidad es adquirir los conocimientos, destrezas y actitudes necesarias para el acceso al trabajo. Está integrada en el Sistema educativo nacional y con ella se obtienen títulos recogidos en el “Catálogos de Títulos Profesionales”.
La formación profesional reglada se estructura en ciclos formativos de duración variable, que están organizados mediante módulos. Cada uno de los módulos recoge conjuntos de conocimientos teórico-prácticos relacionados entre si en relación a los diferentes campos profesionales. Estos módulos incluyen una información práctica obligatoria módulo de “Formación en Centros de Trabajo”, que permiten aplicar los conocimientos en un entorno productivo real.
Existen dos ciclos dentro de la formación profesional: Formación profesional de grado medio y formación profesional de grado superior.
Esta formación depende de la administración educativa: Ministerio de educación y en nuestro caso de la Consejería de educación de la Junta de Extremadura.

La formación continua:

La formación profesional continua, está compuesta por todo el conjunto de acciones formativas dirigidas a los trabajadores ocupados y que pretenden mejorar las competencias y cualificaciones de los mismos.
Esta formación es de gran interés tanto para el desarrollo de los trabajadores, como para las empresas, ya que permite enfrentarse a los constantes cambios socioeconómicos que se producen en los tejidos productivos y aumenta y mejora la competitividad en el mercado.
La formación continua es constituye una gran riqueza para el trabajador, y se nutre de la necesidad de formarse a lo largo de toda la vida como medio de desarrollo personal y no sólo laboral. Curiosamente, y a pesar de ello, las cualificaciones que se obtienen por esa vía no son oficialmente certificables. Esta formación es financiada fundamentalmente por trabajadores y empresarios y se gestiona con los organismos responsables del Ministerio de Trabajo (INEM) y de la Junta de Extremadura (SEXPE).

La formación profesional ocupacional:

La formación profesional ocupacional es aquella formación que está destinada a proporcionar una cualificación profesional a todos los trabajadores desocupados que quieran incorporarse al mundo laboral, ya sea por primera vez, o, habiendo desempeñado una ocupación en el pasado, quieran reincorporarse. En este sentido, la formación ocupacional responde a las necesidades del mercado laboral, formando para ocupaciones o puestos de trabajo concretos.
Pese a que este tipo de formación se haya generalizado recientemente en España y Extremadura, como ya hemos visto en los apuntes de la asignatura, la formación ligada al trabajo no es un concepto nuevo.
La actual configuración de la Formación Ocupacional nace en el Programa de Promoción Profesional Obrera (PPO), de 1964, con el fin de “lograr la cualificación de la clase trabajadora”. Años después se crea el Servicio de Acción Formativa (SAF), que transformado más tarde en el Servicio de Empleo y Acción Formativa (SEAF) que vincula por primera vez la formación a las políticas de empleo, labor que más tarde desarrollará el INEM, y por último, en Extremadura el SEXPE. A lo largo de todo el proceso mencionado la concepción de la formación ocupacional ha ido cambiando, dotándose de un importante desarrollo cualitativo y cuantitativo.
Articulación del plan de Formación e Inserción Profesional (FIP):
La mayor parte de las acciones de formación ocupacional, se articulan a través de un plan de ámbito nacional, el Plan de Formación e inserción Profesional (el plan FIP), que programa y ejecuta la administración laboral en función de las necesidades formativas detectadas.
El plan se imparte tanto en centros propios de las administraciones, como a través de entidades colaboradoras previamente homologadas para ello. Pueden constituirse en centros colaboradores tanto las organizaciones empresariales y sindicales, mediante la suscripción de un contrato-programa, como las entidades públicas y privadas de formación, que estén autorizadas.
El plan FIP, prioriza la participación en las acciones formativas de diversos colectivos con mayores dificultades de inserción o reinserción en el mundo laboral, como puede ser de los riesgos de exclusión social, los parados de larga duración, los mayores de 45 años o el colectivo de mujeres.
Se ha pretendido dotar a este plan de un carácter eminentemente práctico, haciendo hincapié en dotar a las acciones de prácticas formativas en empresas o aulas-taller con las que de forma previa se haya acordado un convenio de colaboración. A lo cual se ha añadido el intento de adquirir compromisos de contratación por parte de las empresas donde se realizan las prácticas, ya que la mera existencia de las prácticas no supone una relación laboral formal entre los participantes de las acciones y las empresas.
Con la realización de acciones de este plan, los participantes pueden obtener un Certificado de profesionalidad que avale su cualificación, si bien, hasta la fecha este sistema de certificaciones no se ha desarrollado, y los certificados no se expiden en la práctica.
Dentro del sistema de Formación Profesional Ocupacional se recogen también los programas formativos de Unidades de promoción y desarrollo o centros de iniciativa empresarial, pero sobre todo, y más importante los de Escuela Taller, Casas de oficio y Talleres de Empleo.

Escuelas Taller, Casas de oficio y Talleres de Empleo.

. Escuelas Taller
Las escuelas Taller y las Casas de Oficio, nacen los años 80, en un contexto en el que confluyen en nuestro país, tres factores socioeconómicos relacionados con el entorno y el mundo laboral, a saber:
a) Altos niveles de paro, alarmantes en el caso de Extremadura .
b) Oficios tradicionales que habían caído en desuso y corrían el peligro de perderse, sobre todo los oficio que se desarrollaban de forma artesanal, muchos en nuestras poblaciones rurales, donde existía una falta de relevo generacional para mantenerlos, producido entre otros motivos por la incesan inmigración de las décadas precedentes.
c) Necesidad de rehabilitación del entorno y el patrimonio.
Se pensó entonces en conjugar estos factores de una nueva fórmula, donde los jóvenes sin cualificación, pudieran recoger los conocimientos y habilidades que corrían el riesgo de desaparecer y lo pusieran en práctica participando en proyectos de rehabilitación y desarrollo, a cambio de una remuneración.
Actualmente, las escuelas taller, son programas públicos de formación y empleo que se materializan en centros de trabajo donde los jóvenes desempleados, siempre que sean, menores de 25, reciben formación profesional ocupacional en alternancia con la práctica profesional, con el fin de adquirir la capacitación adecuada de un oficio concreto, al objeto de conseguir insertarse en el mundo del trabajo.
En las escuelas taller, todos los proyectos se desarrollan en dos fases:
La primera consiste en una etapa formativa inicial, donde no existe alternancia con el trabajo efectivo y dura 6 meses.
La segunda etapa, dirigida a adquirir experiencia y cualificación, dura un máximo de 18 meses, en ella los alumnos trabajan con un contrato para la formación y reciben un sueldo subvencionado.
La duración total de ambas etapas, estará siempre entre uno y dos años, tiempo en el que se desarrollará el proyecto en el que se participe, terminado el cual se entiende finalizada la escuela taller.
Casas de oficio
Las Casas de oficio es una figura muy parecida a las escuelas taller, e igual que las anteriores, es de carácter temporal y se dirigen a jóvenes entre los 16 y 25 años, desempleados y demandantes de empleo. También constan de dos etapas de las mismas características que las mencionadas, pero los contratos formativos son más cortos que en las Escuelas Taller.
Todos los proyectos ejecutados en las escuelas taller y las casa de oficio van encaminados a la recuperación o promoción del patrimonio artístico, histórico, cultural o natural, la rehabilitación de entornos urbanos o del medio ambiente, la recuperación y acondicionamiento de infraestructuras de titularidad pública o cualquier otra actividad de carácter público o social necesaria que permita la inserción .
Además, la normativa vigente recoge que la programación de las Escuelas Taller se integrará, en la medida de lo posible, en planes integrales de empleo, que den respuesta a las demandas del mercado de trabajo y sean capaces de activar el desarrollo de la comarcas, generar riqueza y, consecuentemente, puestos de trabajo.
Talleres de empleo
Dadas las buenas experiencias con los programas de escuelas taller y casas de oficio, en los años 90 se amplia la experiencia a personas con mayor edad y con características similares de dificultad de inserción o reinserción en el mercado laboral. Así a finales de está década, comienzan a funcionar los talleres de empleo para trabajadores entre 25 y 65 años, teniendo preferencia los mayores de 45 años y los desfavorecidos o en riesgo de exclusión social.
Al contrario que en las anteriores, en los Talleres de Empleo, los contratos de formación duran entre 6 meses y un año, y se firman desde el principio.
En las tres figuras mencionadas, además de los conocimientos, destrezas y actitudes del trabajo a desarrollar, se imparte formación o educación básica a los alumnos que no posean el título básico de educación reglada, orientación laboral para la búsqueda de empleo y otra formación complementaria, como la referida a los riesgos laborales, la informática, etc.
Necesidad de integración de los subsistemas de Formación Profesional.
La formación profesional en nuestro país no cuenta con un sistema integrado, pues las diferentes cualificaciones se obtienen por diferentes vías que son independientes entre sí. La formación a través de cada uno de los diferentes sistemas, se organiza de forma autónoma, sin que entre ellos exista ninguna conexión ni coordinación, lo que conlleva una serie de dificultades y problemas. Algunos autores como Manzano, citan las siguientes como las principales:
• Desconexión de la Formación profesional del mundo productivo: Fundamentalmente porque el mundo productivo es una realidad cambiante, y los sistemas formativos, normativizados y regulados, no son capaces de evolucionar con la suficiente rapidez. Además los protagonistas del trabajo, fundamentalmente empresarios y trabajadores, viven realidades diferentes a los protagonistas de la organización de la formación.
• Imposibilidad de utilizar cada uno de los sistemas: la rígida reglamentación de las distintas vías de formación suponen un impedimento importante en la utilización de las mismas por los trabajadores y las trabajadoras. Para acceder a la formación hay que reunir una serie de requisitos, estar en una determinada situación laboral, tener una cierta disponibilidad de horarios, etc. que los interesados no siempre cumplen o pueden cumplir.
• No reconocimiento de la experiencia laboral, y, por tanto de la cualificación que esta conlleva. Algunos trabajadores han aprendido a desempeñar sus competencias sólo con el quehacer laboral diario, sin haber recorrido un camino formal. Trabajadores que ahora se encuentran en la imposibilidad de certificar su cualificación.
A partir de aquí y para dar respuesta a todos estos problemas, se impone una tendencia a la integración de los tres subsistemas estudiados, de forma que dejen de ser ajenos entre si.
Los poderes públicos, nacionales y autonómicos, en los diferentes planes de la Formación Profesional han habilitados fórmulas encaminadas a paliar los problemas arriba descritos, referidas a la observación permanente del mercado de trabajo, a la revisión y estudio de las ocupaciones y de la formación que de ellas se deriva, a facilitar el acceso de los trabajadores a la formación, ya sea con fórmulas de distribución geográfica, centralizando o descentralizando la formación, con ayudad económicas, etc., pero quizá, no sea hasta la aparición del sistema nacional de cualificaciones y la formación profesional, cuando empieza a verse una concepción más global e integradora.
El Sistema Nacional de Cualificaciones y la Formación Profesional (SNCFP)

Este Sistema Nacional nace de la Ley orgánica 5/2002 de las cualificaciones y de la Formación Profesional, definiéndolo en su artículo 2.1, como “el conjunto de instrumentos y acciones necesarias para promover y desarrollar la integración de las ofertas de la Formación Profesional, así como la evaluación y acreditación de las correspondientes competencias profesionales, de forma que de favorezca el desarrollo profesional y social de las personas y que cubran las necesidades del sistema productivo”. Su principal medida de desarrollo es el Catálogo nacional de cualificaciones profesionales que se está elaborando en la actualidad.
Tras este marco normativo subyace la intención de conseguir un sistema de formación profesional más eficaz y coherente, que una a todos los subsistemas ahora existentes, incluyendo la experiencia laboral, unificando de manera unívoca, las cualificaciones que se pueden obtener.
El Sistema Nacional de Cualificaciones y la Formación profesional (SNCFP), pone el énfasis también en que los trabajadores, así como los demás actores del sistema productivo, sean los verdaderos protagonistas del sistema, participando en la creación del mismo y accediendo de modo igualitario a todas las vías de formación.
Además se incide por un lado en la potenciación de los sistemas de información y orientación en materia de empleo y formación profesional, y, por otro, en la necesidad de la constante vigilancia sobre lo creado, estableciendo sistemas de evaluación tanto de la formación en si misma, como del catálogo de las cualificaciones profesionales, en un intento de dotar a este de la suficiente flexibilidad para evitar de nuevo un desfase con el mundo del trabajo y con las necesidades de sus destinatarios.

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