En 1986 se detectó en las vacas por primera vez una extraña enfermedad a la que llamaron “encefalopatía espongiforme bovina”que, justo una década después (1996), pasaría a los humanos. Ahora, evidentemente, ha llegado a todo el sistema social, económico y político en el que vivimos.
El primer síntoma que se advirtió en las vacas enfermas fue… lainestabilidad. Los animales se mostraban nerviosos, temblaban y se desplomaban. Se levantaban, volvían a caer. Estaban definitivamente locos. Exactamente igual que sucede con los mercados ahora.
Los científicos averiguaron entonces que el cerebro de las vacas se había poblado de… burbujas -de ahí lo de espongiforme- y que esas burbujas les llevaban a la muerte. Nuestro sistema social también viene padeciendo de burbujas en cascada imparable: punto.com, inmobiliaria, alimentaria, energética, financiera, de los periódicos, de la industria musical, de la diversión. Y se alude a ellas “como causa” cuando en realidad son “síntoma“, efecto. La causa es otra. Así sucedía también en el mal de las vacas locas.
En las vacas, los científicos buscaban un agente externo, un virus, una bacteria, una enfermedad hereditaria degenerativa: “el culpable“. Alguien de fuera a quien detener a manos de la Guardia Civil. Y hallaron a esos “culpables”: los priones. No venían de parte alguna: estaban dentro. Proteínas que formaban parte del propio sistema pero que actuaban en su contra, destruyéndolo (costó mucho dar con ellos porque no eran detectados como agentes anómalos). Los especuladores, agencias de calificación, bolsas de valores, medios informativos neoliberales (casi todos), cumplen también una función. Son patógenos cuando se extiendan de forma masiva cayendo en la neurodegeneración.
¿Cómo se han modificado las proteínas originales? Teníamos una vaca muerta. ¿Cómo era posible el contagio a otros animales sin mediar virus o bacterias? el mal hubiera colapsado en la primera vaca. Pero no fue así, la vaca comía vaca (afectada por la enfermedad) para “ahorrar” en la alimentación, transgrediendo las leyes naturales de paso. Del mismo modo que los mercados enfermos comen mercados, contagiándolo todo de su mal, gracias a la desregulación neoliberal. Y los financieros siguen invadiendo nuevos sistemas, el político, el social.
Los priones se trasmiten, se contagian. Por eso, de las vacas pasaron a los humanos con el nombre de enfermedad de Creutzfeldt-Jakob . Por eso los priones han infectado al sistema de neoliberalismo. Por eso, el mal de Grecia o Irlanda, amenaza, muy seriamente, a Portugal y España. Los priones terminan destruyendo todo el sistema nervioso central (SNC). Y los partidos políticos que defienden el neoliberalismo son priones de la peor especie.
Ahora bien. El mal de las vacas locas no tiene remedio a causa de considerar al prión “uno de los nuestros“, no tiene tratamiento. Y, si -tras delirar, temblar y “desplomarse”- no muere sola (Grecia, Irlanda), hay que matarla. Entendido en sentido metafórico por supuesto. Aunque las mermas sufridas por los ciudadanos de estos países, los hacen casi irreconocibles como tales.
Finalmente, lo más terrible: detectada una vaca loca se mata a todo el rebaño por si ha desarrollado la enfermedad. A las vacas sanas también, que pagan un desastre que ni originaron, ni les afecta. Portugal y España están a punto de caer también, si nadie lo remedia. Todos los signos lo indican por más que mientan los políticos tratando de tranquilizarnos.
Y de todo, una evidencia en la que puede anidar una esperanza:“Los priones no producen respuesta inmune o la producen muy baja e insuficiente”. Los Cantonas, o los ATTAC, o los ciudadanos aislados con consciencia y con conciencia, no son aún bastantes para dar la batalla al mal. Pero el mal nos invade en dimensiones aterradoras. El sistema está padeciendo una enfermedad neurodegenerativa: la “encefalopatía espongiforme mercantil”. Ya bailamos y temblamos a su son. ¿Hasta cuando? Mata. Masivamente. Sólo le venceremos actuando. Masivamente.
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