Un gran peligro para el pensamiento feminista, es que las nuevas generaciones de mujeres consideren que la igualdad ha sido alcanzada.
Los datos estadísticos señalan que la potencia del motor de la igualdad entre
hombres y mujeres no supera, aún, la fuerza del patriarcado, asentado poderosamente en todos los
estamentos sociales y en no pocas
ocasiones con la bendición de mujeres atrapadas por la tradición “del código de
barras que marca desde la cuna”. Este es uno de los impedimentos que arrastra
la mujer para su participación política y social plena, el peso de la cultura
patriarcal, que asigna roles que interiorizados, aseguran una conducta
previsible y predeterminada. La coeducación en esencial para conseguir la
igualdad de resultados futuros.
Hace algunos años, no era inusual escuchar a políticos
varones, como pavoneaban de ostentar el
tercer puesto, en la correspondiente lista electoral, a pesar de ocupar
realmente el quinto, dado que “la
segunda y la cuarta son mujeres, no
cuentan”...
Que los resultados
sigan siendo insuficientes para llegar a la meta de la igualdad, no impiden que
observemos como las mujeres tienen una
presencia cada vez mayor en la escena política, ese estar es cada día de más
calidad y más empoderadas.
Los hombres y
mujeres NO tienen los mismos recursos para llegar al poder. Las mujeres siguen
lastradas, fondeadas en el mar de lo doméstico, de
lo segundo, de lo prescindible, de lo estético.
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